Quien llega en tren a Florencia tal vez no se da cuenta de la estación en la que baja, porque seguramente estará pensando en los famosos monumentos de la ciudad que querrá visitar; y bien, también la estación de Santa María Novella es considerada un monumento a todos los efectos, para proteger y admirar. Monumento no antiguo, cierto, si se considera que tiene poco menos de ochenta años.
La estación actual fue costruida en los años treinta, en pleno periodo fascista, por el Gruppo Toscano guiado por el arquitecto Giovanni Michelucci. Santa Maria Novella, sin embargo, no entra en el estilo arquitectónico del ventenio mussoliniano, siendo hoy catalogada entre las obras más importantes del racionalismo italiano, corriente artistico-architectñonica cuyo principal objetivo era encontrar el equilibrio entre estructura y funcionalidad de una obra. Más que racionalista, Michelucci prefería definir su estación sincrética, es decir expresión de tendencias diferentes desarrolladas en armonía:
“Entre las caracteristicas arquitectónicas destaca también la selección de los materiales que se amalgaman perfectamente con los edificios citadinos, el frente de la iglesia de Santa Maria Novella realizada con la misma piedra. Desde la fachada, con simples bloques descuadrados, se abre una vidriera con siete grandes bandas que prosiguen por todo el edificio (la mejor conocida “cascada de vidrio”) dando un efecto prospéctivo óptico grato e iluminando el gran atrio de la taquilla, o Salón de salidas, cubierto por mármoles y sobretodo el aireado vano de los andenes, realizado sin estructuras de apoyo centrales para garantizar la máxima amplitud y vastedad”.
Se dice que la estación de Michelucci fue fuertemente deseada por Mussolini, el cual, observando desde alto el proyecto de la estación, encontró un parecido con el haz de lictores, símbolo de su dictadura. Tal semejanza era obviamente casual. Desde los años oscuros del fascismo quedó en el andén ocho una placa que recuerda el tren en el que el ocho de marzo 1944 subieron más de mil judíos: deportados en los campos de concentración, nunca más volvieron. Siempre en aquel periodo fue costruida sobre el lado derecho de la estación la austera, cúbica y marmorea Palazzina Real, la cual, como nos explica el nombre, debía hospedar a la familia real durante sus visitas a la ciudad, ya que el palacio real, Palazzo Pitti, se había convertido en museo.
Santa Maria Novella ve hoy cerca de 59 millones de pasajeros caminar por sus andenes en un año, y es una verdadera obra maestra de la arquitectura del siglo pasado, en el cual la belleza y funcionalidad se unen en perfecta armonía, con “extremo cuidado del detalle, junto a la perfecta planta distribuidora, garantizando a la estación la resistencia no sólo a envejecer funcional pero sobretodo al envejecer estético haciendo una expresión artística alcanzada y estable” .
Entre las tantas curiosidades no se puede dejar de recordar que:
- en el bar de la estación se encuentran dos grandes témperas de Ottone Rosai, mientras las paredes que dan a la salida derecha se encuentran decoradas por un fresco de Giampaolo Talani; la entera obra es también uno de los primeros ejemplos de perfecta compenetración entre arquitectura y design: se piensa en las bancas y en los estantes para maletas, parte integrante de los pilastros, o al elegante reloj externo, diseñado por Nello Baroni;
- la estación ha sido utilizada para tantas escenas de películas, la más celebre de ellas es probablemente la de las bofetadas en Amici Miei (1975) de Monicelli.
- el 17 diciembre 2010 toda la estación se paralizó a causa de una nevada inesperada, que congeló todos los cambios. Parece que Trenitalia había apenas recortado su personal dedicado al mantenimiento de los mismos.
La próxima vez que pasen por Santa Maria Novella, observenla mejor, aunque vayan de prisa.
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