Junto a la Primavera (ver post), El Nacimiento de Venus es otra famosísima pintura de Sandro Botticelli conservada en la Galería de los Oficios en Florencia y considerada una obra maestra del Arte de todos los tiempos. A diferencia de la Primavera que fue creada sobre tabla, la Venus es una pintura al temple en tela de lino realizada entre 1482-1485.
La escena representa la diosa Venus en equilibrio sobre una concha que navega empujada por el viento del respiro de Céfiro abrazado a otro personaje femenino (tal vez la ninfa Clori o el viento Aura o Bora), un viento dulce que turba un poco el mar y los cabellos de la deidad. Sobre la riva de la isla de Chipre, una de las Horas (las hijas de Zeus) que preside al callar de las estaciones, recibe a Venus dándole una manta tejida de flores.
La deidad que se cubre con los brazos el seno y el vientre bajo es una pose clásica: su rostro debe representar a Simonetta Vespucci, noble mujer del REnacimiento amda por Giuliano de’ Medici y cantada por artistas y poetas florentinos por su belleza “sin igual”, y que murió con solo 23 años.
La fuente del mito se puede encontrar casi seguramente en una de las Stanze del poeta Poliziano, a su vez inspirada en Ovidio y otros clásicos latinos y griegos. El título de la obra podría considerarse inexacto ya que el cuadro no representa el nacimiento de la diosa, sino su llegada a la isla de Chipre.
Como el David de Miguel Ángel representa el ideal de bellezza masculina, la Venus de Botticelli se convirtió en el ícono universal de la bellezza femenina.
La obra esconde una alegoría de la filosofía neoplatónica basada en el concepto de amor como energía vivificante, como una fuerza que mueve la naturaleza. La desnudez de la diosa representa la pureza, la simplicidad y la nobleza del alma, en fin una bellezza espiritual más que externa. No es una casualidad el paralelismo entre Venus y el alma cristiana, que nace de las aguas del bautismo.
A diferencia de la Primavera, diseñada sobre tabla, para la Venus se utilizó temple en tela di lino, un soporte extremamente insólito en la Florencia del Siglo XV: se cocieron dos telas juntas sobre las cuales se extendió una base de yeso pintado de azul, en modo de dar el particular tono azulado a toda la pintura.
La luminosidad del cuadro se da también por la pintura a témpera magra (colores disueltos en pegamentos animales y vegetales). Los colores claros y nítidos imergen las figuras a la luz y resaltan la pureza penetrante de la bellezza. Abundante es el uso del oro para destacar los cabellos de Venus y de los troncos y hojas de los árboles.
La composición es extremadamente balanceada y simétrica: la respiración de los dos vientos y la ninfa que ofrece la manta son los dos lados ideales de un triángulo al vertiz del cual se encuentra Venus. Esto puede subrayar la necesidad de equilibrio en la experiencia amorosa, entre pasión física y pureza espiritual, entre exaltación de los sentidos y la elevación del ánimo. El diseño es armonioso, las líneas son elegantes y crean una impresión de movimiento en toda la composición: las figuras en realidad parecen firmes, pero todo alrededor a ellas parece vibrar. El diseño nunca es puramente decorativo,pero tiene a construir una sólida volumetría de las formas y hacer la realidad de los varios materiales, sobretodo en los ligerisímos vestidos.
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